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Amigo Gerardo, lloramos tu muerte, nos duele tu separación en Santa María, en la Prelatura de Cafayate, donde dejaste la piel, en tu familia asturiana, en los Agustinos y en los amigos.
Pero por encima de todo, celebramos tu Pascua, tu encuentro definitivo con el VIVIENTE. Siempre fuiste hombre creyente, profundamente religioso, entregado a la comunidad. Ante todo, hombre de Dios. Pero eso mismo te llevó a una entrega a fondo perdido en las tareas encomendadas.
Recuerdo, en la década de los 60 la gran obra que hiciste en nuestro seminario menor de Palencia para sanear y establecer un alcantarillado indispensable. Fue una obra de titanes. Fui testigo de tu capacidad profesional y entrega.
Misionero de cuerpo entero, lo has sido todo en la Prelatura de Cafayate. Tu diseñaste y construiste la actual vivienda del obispo de Cafayate.
Pero tu gran obra, que te inmortaliza en la Prelatura fue poner en funcionamiento la viña y la bodega de vino, con la marca “Prelatura”. Tenías clara la dimensión social del emprendimiento: Dar a los pequeños empresarios vinícolas de venderos sus pequeñas cosechas, para que los grandes empresarios no les explotaran. Eso es estar con los pobres y pequeños.
Has dejado una huella profunda en la Prelatura, contigo muere el último histórico de la Prelatura de Cafayate que acaba de celebrar los 50 años de existencia.
No olvido las muchas visitas que nos hiciste en el Plan 3000 a Hombres Nuevos, siempre fuimos amigos, caminamos juntos en los momentos difíciles, rezamos juntos y juntos vivimos con esperanza las dificultades en la prueba.
Descansa en paz, hombre de Dios, hermano de todos, y sensible a los pobres. Te pienso y te rezo.
Por Nicolás Castellanos Franco (OSA)