Email: secretariavicarg@sanagustin.org - Teléfonos: 4802 4724 / 4801 9724
«En todo, caridad»
Boletín Nro. 7º. Diciembre 2023
Estimado amigo/a:
Con gran alegría he recibido, después de varios días, esta hermosa noticia:
Cafayate: premios ‘Mons. Gutiérrez Pedraza’ a los mejores compañeros
Bajo la organización de la parroquia Nuestra Señora del Rosario, la prelatura de Cafayate entregará los premios «Monseñor Diego Gutiérrez Pedraza» al mejor compañero.
Se trata de la distinción a los alumnos de séptimo grado de las escuelas primarias de esa jurisdicción eclesiástica.
Los premios se entregarán hoy, jueves 23 de noviembre, a las 21, en el atrio de la catedral prelaticia.
El siervo de Dios Diego Gutiérrez Pedraza OSA fue el primer obispo prelado de Cafayate, jurisdicción eclesiástica creada el 8 de septiembre de 1969 y encomendada a los sacerdotes agustinos, de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús, de España.
Estuvo 17 años al frente de la Prelatura, exactamente desde el 16 de diciembre de 1973 hasta el 23 de noviembre de 1990, cuando falleció.
Después de varios días me han enviado los nombres de los “mejores compañeros”, que han sigo honrados con ese importante título de mejor compañero a lo largo de sus estudios primarios en los Centros Educativos de la Ciudad de Cafayate. Estos son los alumnos:
1—Constancia Gabriela Chocobar
2—Ramiro Leonel Isasmendi
3— Valentín Chorvat Cabrera
4—Jonás Eduardo Ramírez
5—-Josias Misael Colque Renfijez
6—Esteban Federico Chocobar
7—Gabriela Luz. Chachagua Garrido
8—-Ulises Emiliano Vargas
9— Leandro Sebastián Suárez
10— Matías Luciano Secconi
11— Yuliana del Valle
12— Lautaro Nicolás Vaya Pasayo
13— Alejandro Exequiel Flores Burgos
14—- Angélica Benítez
15—- Joaquín Emanuel Álvares López
16—- José Antonio Emanuel Mamani
17—- Tiziano Tadeo Carral
18— Evelin Jazmín Suárez
19—- Karen Federica López
20—- David José Andrés Burgos Mamani
21—- Walter Sergio Chaile
Me alegra enormemente prosiga este gesto de destacar a los mejores compañeros, es decir, aquellos que se han distinguido por su solidaridad y caridad hacia los compañeros que se han acompañado a lo largo de todos los años de los Estudios Primarios.
Mons. Diego nos ha dejado reflejado su pensamiento acerca de la caridad en unas breves palabras, que les quiero transmitir:
“La caridad es la que une a los miembros del Cuerpo de Cristo con su Cabeza, de tal modo que todos los que comienzan a enfriarse en la caridad se convierten en miembros enfermos de ese mismo cuerpo.
La caridad es, pues, la fuerza aglutinadora de estas piedras vivas que somos cada uno de nosotros para formar el gran templo de la Iglesia. Y esa caridad pertenece al Espíritu Santo según las palabras del Apóstol: ‘la caridad de Dios ha sido difundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado’ (Rom 5,5)”.
Pensamiento de Mons. Diego:
En una Homilía del Tiempo de Adviento nos invitaba a reflexionar:
“Queridos hermanos:
Había una distancia infinita entre Dios y el hombre. Distancia que nosotros no podíamos salvar. Pero los que era imposible para nosotros no fue imposible para Dios.
Él recorrió el camino, se acercó a nosotros, se hizo hombre en todo semejante a nosotros menos en el pecado. El Adviento es tiempo de preparación para la celebración de la Venida del Señor. La Iglesia actualiza en su Liturgia su eficacia salvadora.
Si queremos gozar de la salvación que nos viene de Dios. Si queremos tener un encuentro personal amistoso con el Señor, hay que quitar los impedimentos del camino. Se necesita un libre acceso y un corazón desocupado.
Os invito a la reflexión y a un profundo examen de conciencia. Mi primera pregunta es esta: ¿Cómo se encuentran hoy nuestros corazones? Jesús está aquí entre nosotros. Él ha prometido una asistencia especial a los que están reunidos en su nombre y no falta a sus promesas. En consecuencia, Él está aquí con nosotros. En muchos está además por la vida de la gracia por la cual el mismo Jesús es la vida del alma. Pero yo sé que se da también otra triste realidad. El quiere establecer una verdadera amistad con todos y cada uno, pero no le resulta fácil porque encuentra muchos impedimentos. La puerta de muchos corazones está cerrada para el Señor.
Está siempre abierta para otros huéspedes: La soberbia, la avaricia, la lujuria, la envidia, la ira, la pereza…todos estos huéspedes tienen entrada libre en muchos corazones. Entran siempre sin llamar y son bien recibidos. En cambio, el Señor tiene que llamar y cuando llama no se le oye por el griterío que hay dentro. Los huéspedes intrusos hacen más bullicio cuando el Señor llama para que no se escuche su llamado-
Es tan discreto el Señor, tan respetuoso de nuestra libertad, que no fuerza la entrada. Conocéis la anécdota en torno al cuadro “La luz del mundo” del famoso pintor Holman Hunt. Este cuadro representa a Cristo en un jardín a la hora de media noche. En su mano izquierda sostiene un farol mientras llama con los nudillos de la derecha a una puerta de recios tableros.
Un crítico de arte, presente a la hora de exponer el cuadro, dijo al autor: “Maestro, ese cuadro está sin terminar. La puerta no tiene cerradura”.
El maestro replicó: “Es la puerta del corazón humano que sólo puede abrirse desde dentro”.
Jesús quiere, además, un corazón desocupado, porque si no, no cabe, no hay lugar para Él. Para que Él pueda entrar tienen que ser despedidos todos esos huéspedes que hemos señalado: soberbia, avaricia, pereza… Todos sin quedar ni uno sólo. Porque el Señor ha hecho nuestro corazón muy a su medida.
Solo Él puede llenarlo perfectamente, pero ya no cabe ni uno sólo de los pecados capitales. Como dice San Agustín: “Señor nos creaste para Ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras nos descanse en Ti”.
FAVORES Y TESTIMONIOS
Recordando em tiempo pasado en la Parroquia de San Agustín, allá por el año 2015, en este día 23 de Noviembre, me protegió la mano bondadosa de Mons. Diego. Como todos los días, participe de la oración matutina, concretamente la oración de “Luades”, recordando un nuevo aniversario del nacimiento de Mons. Diego. Baje a la Iglesia para abrir las puertas, pero antes había que abrir las pesadas verjas del atrio.
Sin pensarlo cayó sobre mi espalda una de las pesadas verjas, con más de ochenta kilos, que me alcanzó cuando ascendía por las escaleras.
Por la intercesión de Mons. Diego apenas rozó mi espalda, liberando mi cabeza de un golpe crucial.
Una vez más elevé mi oración agradecida por la intercesión del querido Mons. Diego.