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Queremos recordar a nuestro primer Obispo, Mons. Diego Gutiérrez Pedraza, hoy Siervo de Dios. Precisamente Padre Pablo De La Cruz Hernando Moreno, ha iniciado Boletines Informativos para refrescar su memoria y recopilar todos los beneficios que podamos recibir por su intercesión.
Les compartimos el Número 6 e iremos subiendo los próximos, a medida que se vayan publicando.
Estimado amigo/a:
Se ha celebrado con hondo fervor y grande regocijo la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario, en la Prelatura de Cafayate, como muchos otros lugares de nuestra República Argentina, para honrar y venerar a nuestra Madre del Cielo y rezar unidos el Santo Rosario.
Esta festividad me ha evocado la profunda devoción de Mons. Diego por el rezo del Santo Rosario, como lo he recogido en su biografía: “Un momento fuerte de oración era a la puesta del sol, cuando concluía sus trabajos y audiencias en el despacho episcopal. Se dirigía a la Capilla y principiaba el rezo del Santo Rosario a la Virgen María. Nunca dejó esta piadosa costumbre, tan ponderada por la Iglesia”.
Una práctica religiosa que aprendió en su niñez, junto a sus padres Valentín y Daría, quienes junto a sus hijos Visitación, Piedad, Diego y Enrique, lo desgranaban todas las noches, como un sentido homenaje y ramillete de flores hacia la Madre del Cielo.
Fue Santo Domingo de Guzmán, por el año 1208, quien recibió de la Virgen María esta preciosa devoción, enseñándole a rezarlo, con el compromiso de difundirlo en todo el mundo cristiano. Unos años más tarde, Pío V, enterado del triunfo del triunfo cristiano en la Batalla de Lepanto, ocurrida el 7 de octubre de 1571, instituyó la Fiesta de la “Virgen de las Victorias”, a celebrarse el primer domingo de octubre; más adelante el Papa Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de “Nuestra Señora del Rosario”; y el Papa Clemente XI extendió la celebración a toda la Iglesia de Occidente. A inicios del siglo XX, San Pío X fijó definitivamente el 7 de octubre como el día oficial para esta fiesta e inmortalizó estas palabras: “Denme un ejército que rece el Rosario y este vencerá al mundo”.
En los albores del siglo XXI, San Juna Pablo II, quien añadió lo “misterios luminosos” al rezo del Santo Rosario, señalaba en su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, que esta oración mariana “en su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad”.
El reciente Beato Carlos Acutis nos dice con su talente juvenil: “El Rosario es la escalera más corta para subir el Cielo. Después de la Santa Eucaristía, el Santo Rosario es el alma más poderosa para combatir al demonio”.
Recordemos esta hermosa oración, compuesta por el Beato Bartolomé Longo, el “Apóstol del Rosario”:
“Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une a Dios,
vinculo de amor que nos une a los Ángeles,
torre de salvación contra los asaltos del infierno,
puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás.
Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía.
Para ti el último beso de la vida que se apaga.
Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre.
Oh Reina del Rosario,
oh Madre nuestra querida,
oh Refugio de los pecadores,
oh Soberana consoladora de los tristes.
Que seas bendita por doquier,
hoy y siempre, en la tierra y en el cielo. Amen”.
Unidos en la oración del Santo Rosario en este mes de octubre.
P. Pablo Hernando Moreno, O.S.A.
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Les ofrezco, como reflexión de este Boletín, la Homilía de Monseñor Diego en la Fiesta Patronal del año 1974:
Queridos Hermanos:
Una vez más quiero aprovechar esta feliz circunstancia de la Fiesta Patronal, para hablaros a los pies de María Santísima con el corazón en la mano y la verdad en los labios.
Son dos cosas que tenemos que amar siempre mucho: la caridad y la verdad.
No es siempre fácil decir la verdad sin dar la impresión de faltar a la caridad. Yo quiero armonizar ambas cosas: No quiero dejar de ser claro por ser demasiado bondadoso ocultando vuestros defectos. El padre que cierra los ojos para no ver los defectos de sus hijos es mal padre, aunque parezca bueno porque no castiga. Pero tampoco os quiero decir la verdad sin caridad. Por eso, repito que es mi voluntad hablaros con el corazón en la mano y la verdad en los labios, hablaros claramente en virtud del amor que os profeso.
Estamos a los pies de María Santísima. Todos nos sentimos hijos de tan buena Madre. Ella nos contempla a todos desde el cielo, pero tal vez no nos mire a todos por igual…Para unos tendrá una mirada tierna, cariñosa, sonriente. Para otros la expresión de una Madre dolorida.
En una familia numerosa hay hijos buenos, agradecidos, que por su vida honrada llenan de satisfacción y alegría a su madre, pero se dan también hijos díscolos y rebeldes, que desoyendo los consejos maternos se precipitan por el camino del error llenando de amargura y de tristeza el corazón de la madre. Una madre jamás rechaza a un hijo, es verdad, pero mientras de unos recibe continuas alegrías, de otros no recibe más que sinsabores. Así es nuestra Madre del cielo.
Esta es la primera verdad que debemos meditar profundamente para sacar las debidas conclusiones prácticas. Es verdad que algunos por la misión que tenemos en la vida estamos obligados a dar a la Madre del cielo las mayores satisfacciones. Yo el primero entre todos vosotros, y no creáis que estoy tan contento de mí mismo. No quiero señalar vuestros pecados sin reconocer los míos.
Pero yo les pregunto: ¿Vosotros estáis contentos de vosotros mismos? Pensadlo bien, padres cristianos que sois la cabeza rectora de vuestras familias. Pensadlo bien madres cristianas que sois el corazón que debe impulsar la vida espiritual de vuestros hogares. Pensadlo bien hijos e hijas de Cafayate que constituís un pueblo vigilado por la mirada atenta de la virgen del Rosario. Para demostrar que somos hijos de María, pueblo consagrado a tan buena Madre, tenemos que despojarnos con valor de los malos hábitos o costumbres inveteradas del vicio y del pecado. No quiero señalar pecados. Cada uno conoce los suyos. Pero si quiero hacer un llamado especial a nuestra juventud.
Escuchadme bien jóvenes de Cafayate: Se ha dicho que la juventud no está hecha para el placer sino para el heroísmo… ¿Lo sentís vosotros así? ¿No es cierto que muchos jóvenes y muchas jóvenes de nuestro pueblo parecen haber perdido la voluntad para el bien y se dejan deslizar por la pendiente fácil del pecado? Y lo más lamentable es la insensibilidad con que se cometen, porque en muchos casos parece haberse perdido hasta la noción del pecado, que es lo último que nos puede suceder.
La Virgen Santísima os pide hoy una voluntad más decidida para el bien. Demostrad que sois hijos de tan buena Madre. “Revestíos de María los que deberás la amáis”, escribe San Bernardo: “Revestirse de María es imitar sus virtudes”.
María es la figura auténtica de la Iglesia. Ella presidia a la Iglesia en el cenáculo el día de Pentecostés cuando los Apóstoles recibieron la plenitud del Espíritu Santo. Elle refleja en sí misma la santidad de la Iglesia. Nos dice el Apóstol que Cristo se sacrificó, se entregó si mismo por la Iglesia para presentarla ante sí sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. Así es María: sin mancha ni arruga, sin ningún defecto, santa e inmaculada.
A esta santidad tenemos que aspirar nosotros reflejando en nuestra vida el auténtico rostro de la iglesia. Este es imitar a María. La Virgen Santísima ve hoy con agrado vuestra presencia numerosa. Pero no olvidéis que Ella penetra los corazones. ¿No sentís que os está exigiendo algo? Aclamáis a la Virgen con vuestra presencia, con vuestros canticos, con vuestras oraciones, pero esto carece de valor si no es la expresión de una vida santa.
Os recuerdo a propósito estas palabras de San Agustín:
«No alabes a Dios sólo con tus labios;
pon en armonía tu lengua con tus costumbres.
Alabando a Dios con la boca tendrá que callar algún tiempo;
pero no se interrumpe jamás el cántico de la santidad de vida.»
Es pues, en las obras donde tiene que resonar nuestra voz. Es en la observancia de los mandamientos y de los deberes personales, es sobre todo en la caridad fraterna donde tiene expresión nuestra.
Os bendice de corazón vuestro Prelado
Fray Diego Gutiérrez Pedraza.
FAVORES Y TESTIMONIOS
Todos los días somos muchos los que invocamos la intercesión de Mons. Diego pidiendo nos ayude y acompañe en los momentos favorables y en las dificultades inesperadas de nuestra vida cotidiana, con la seguridad que desde el Cielo continúa protegiendo a los que le invocan.
Vamos a destinar este espacio para recordar los favores y testimonios que me van llegando.
Hoy quiero recordar la curación inesperada de su propio hermano Enrique, escuchemos el testimonio de su hija Inés, que nos lo relata con estas palabras:
“En cuanto a la enfermedad de mi padre, el 17 de julio de 2020, ingresaron a mi padre en el Hospital Rio Carrión de Palencia porque se encontraba muy mal.
Allí, le diagnosticaron una endocarditis, era muy grave y no sabían si iba a poder salir de ello, nos dijeron que nos preparábamos para peor. Le pusieron un tratamiento para ver si el «coágulo» que se había producido desaparecía, tras más de un mes ingresado y al ver que no daba resultado, nos derivaron al Hospital de Valladolid para ver si allí podían operarle.
Allí estuvo una semana ingresado y nos dijeron que la operación era muy arriesgada y que por la edad de mi padre no se atrevían a operarle con lo que, nos volvieron a mandar al hospital de Palencia. Aquí, de nuevo siguieron probando con un tratamiento y de repente, desapareció.
Los médicos no se explicaban el motivo de la repentina curación, que había padecido durante casi dos meses.
Mi madre está convencida que se debió la curación de mi padre, a mi tío Diego, ya que rezó mucho con él pidiéndoselo”.
Hace muy pocos días, el 26 de septiembre pasado, hubiera cumplido Mons. Diego 97 años de edad. Precisamente en ese día un joven, llamado Santiago, sufrió un accidente automovilístico muy grave, chocando contra un camión. El auto quedo destruido total, pero el joven salió ileso de tal fatal accidente.
De nuevo la mano protectora del Siervo de Dios, a quien su querida abuela, Doña Helena González Collazo, le invoca todos los días, intercedió para conservarle la salud.
Para comunicar favores o pedir información: P. Pablo Hernando Moreno, O.S.A. Agüero 2320 1425 Buenos Aires Tel. (011) 4802 5942 antimohernando@hotmail.com | Vicariato San Alonso de Orozco Orden de San Agustín www.sanagustin.org |