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NOVEDADES

EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL VICARIATO SAN ALONSO DE OROZCO ARGENTINA | TERCER DÍA

3º dia de Retiro, hemos reflexionado por la mañana en la “ Debilidad de Jesus”. Jesus fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía” (Jn.4,6) Sobre las fatigas del camino, cuales eran, y a partir de ellas también las nuestras.
Teniendo en cuenta la fatiga del Señor, Agustín se detiene en su debilidad: «El en persona, débil, nutre a los débiles, como la gallina a sus pollos, pues a ésta se hizo similar: ¡Cuántas veces quise, dice a Jerusalén, congregar a tus hijos bajo las alas, como gallina a sus pollos, y no quisiste! (Mt. 23, 37). Por su parte, hermanos, ven cómo la gallina se enferma con sus pollos. No se conoce ave ninguna que sea madre. Vemos a varios pájaros hacer el nido ante nuestros ojos; cada día vemos que golondrinas, cigüeñas, palomas hacen su nido, pero sólo al verlos en el nido reconocemos que son padres. La gallina, en cambio, enferma por sus polluelos de tal modo que, aunque ellos mismos no la sigan y no veas a los hijos, sin embargo, reconoces a la madre. Así sucede por las caídas, las plumas erizadas, la voz ronca, todos sus miembros caídos y bajos, de manera que, como he dicho, aunque no veas a los hijos, entiendes que es madre» ( Comentario Ag. In Io., XV,6) Agustín avanza, no sólo se refiere al cansancio y a la debilidad, sino que llega a aseverar que Jesús está enfermo, es tal su impetu por congregarnos: «Así, pues, es Jesús enfermo, fatigado del viaje. Su viaje es la carne asumida por nosotros»
Era la hora del mediodía
En este sentido, Agustín comenta: «De hecho, la edad sexta es la vejez (…) En esta vejez del género humano, como he dicho, nuestro Señor ha venido a nosotros como creador y redentor, para que, por así decirlo, muriendo el hombre viejo, constituya en sí al hombre nuevo al que, purificado del pecado terreno, iba a transportar a los reinos celestiales*
Y por la tarde llegamos al encuentro crucial: «Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber». Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos» (Jn. 4, 7-9).
La Samaritana figura de la Iglesia, la Sed de Dios y el escándalo de la fe.

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