¡BENDITO sea Dios, Padre de misericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas (2Co 1, 3). Y ¡bendita sea nuestra señora la Virgen María, madre de la Consolación, cuya solemnidad celebramos hoy! Por medio de María, nuestra Señora, Dios envió “el consuelo a su pueblo, Jesucristo nuestro Señor”. María, a su vez, recibió el consuelo de la resurrección de Jesús y, después de su ascensión, esperó confiada el Espíritu del consuelo y de la paz. En las letanías del Rosario, la Iglesia invoca a María como consuelo de los afligidos, porque el título mariano por excelencia es el de madre de Dios y madre nuestra. Como madre, particularmente atenta a los hijos que sufren.
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