CELEBRAMOS hoy la solemnidad de san Agustín, el gran obispo de Hipona, en el norte de África. Nacido el año 354, su vida se desarrolla en una época de crisis y transición, cuando el imperio romano se encontraba en plena decadencia. Se convierte a la fe de Cristo, después de largos años de búsqueda, y recibe el bautismo de manos del obispo san Ambrosio, en la noche de Pascua del año 387. “Nos hiciste, Señor, para ti –escribe–, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones I, 1,1). Por la profundidad de su doctrina y la solidez de su fe mereció el título de padre y doctor de la Iglesia. Las reflexiones teológicas, las confesiones personales, los comentarios homiléticos, las catequesis recogidas en su vasta obra literaria, han influido poderosamente en la fe de la Iglesia en el correr de los siglos. Benedicto XVI ha presentado a san Agustín como “hombre de pasión y de fe, de elevadísima inteligencia y de incansable entrega pastoral”. En el libro de las Confesiones exclama, orando:“¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera… Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo… Me llamaste, me gritaste, y rompiste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, y tu resplandor borró mi ceguera. Exhalaste tus perfumes, respiré hondo, y suspiro por ti.Te he saboreado, y me muero de hambre y de sed. Me has tocado y ardo en deseos de tu paz” (X, 27, 38). Murió el día 28 de agosto del año 430, a los 76 años de edad.A él le aplicamos las palabras de la Biblia: Dios le concedió sabiduría e inteligencia muy grandes y un corazón dilatado; su nombre se extendió por todos los pueblos (cf. 1R 5, 9. 11c).
conoce más 0828 SAN AGUSTÍN, NUESTRO PADRE,
