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El R. P, Gerardo nació el 20 de Mayo de 1.932 en la pintoresca localidad
de Ceceda, perteneciente al concejo de Nava, comarca de Oviedo, situada
en el oriente de Asturias en el corazón de la Comarca de la Sidra. Sus
padres D, Ramón y Dña. Asunción le pusieron dos nombres: Arturo
Manuel, en lo civil, y Gerardo en la Iglesia.
Emitió su Profesión Religiosa Temporal el 13 de Septiembre del año 1950;
la Ordenación Sacerdotal el 15 de Julio de 1956. Su primer destino fue la
Escuela Apostólica Agustiniana de Palencia, donde nos enseñó las cinco
declinaciones y las cuatro conjugaciones latinas; además de llevar la
procuración del Seminario. Mons. Nicolás nos recordaba la gran obra del
alcantarillado que era totalmente necesaria y de gran envergadura.
Fue trasladado a la Casa Provincial de Columela 12 en Madrid. Y en el año
1968 se ofrece, como voluntario para la Misión de Cafayate, recientemente
aprobada en el Consejo Provincial. El 24 de enero de 1969 se embarca en el
puerto de Barcelona, en compañía del P. Esteban Labrador, también
voluntario, con un voluminoso equipaje rumbo a Buenos Aires. El día 10
de Febrero desembarcaron en la Metrópoli Argentina, donde les esperaba el
P. Diego, juntamente con el P. Servando, el P. Daniel y el P. Cipriano, que
era Vicario Parroquial en la Iglesia de San Agustín.
Y el día, 3 de marzo, del mismo año 1969, partieron de Buenos Aires a la
Ciudad de Salta, los Padres Diego y Gerardo, siendo muy bien recibimos
por Mons. Carlos Mariano Pérez, arzobispo de la Arquidiócesis de Salta.
Unos días después, el sábado 8 de marzo, tomaron el camino sinuoso hacia
la Ciudad de Cafayate, acompañados por el Señor Arzobispo, que le hizo
de cicerone en el sorprendente viaje por la quebrada.
Después del almuerzo en la localidad de San Carlos, se dispusieron para
arribar en Cafayate, donde fueron recibidos de manera apoteósica por todo
el pueblo, que les saludaba con enorme calor humano y cara de fiesta, nos
comenta el mismo P. Gerardo.
Al día siguiente en la Misa Dominical se leyó el Decreto del Señor
Arzobispo en el cual se designaba al R. P. Diego Gutiérrez, Cura Párroco
de Cafayuate y al R. P. Gerardo Ureta, Cura Párroco de San Carlos. Con
toda verdad podemos nombrarles “pioneros de la misión de los Valles
Calchaquíes”.
La nueva andadura del P. Gerardo supuso una considerable transformación
en su vida. Su amigo y compañero de curso, el P. Hipólito le considera
como “Un Israelita sin doblez” (Jn 1, 47), adornado de valiosas virtudes:
“agustino de corazón grande, religiosos puntual y piadoso, misionero a
todo terreno, ingeniero y constructor, aprovechando el don recibido para las
tareas de electricidad o mecánica”.
Entre sus variadas obras podemos destacar, la construcción de la Casa
Parroquial y Curia Episcopal de Cafayate, la Iglesia en honor a San Isidro
de El Barrial, la extraordinaria Iglesia de Santa María; también en los años
pasados en La Parroquia de Santa Teresa en Salta, construyó la Iglesia en el
Barrio de San Antonio, como también inició la Iglesia en el Barrio El
Casino; en el ocaso de su vida puso todo su empeño en la Iglesia de la
Localidad de San Carlos, en el Departamento de Santa María. Otras obras
quedan en el recuerdo. La ayuda brindada a los jóvenes para continuar sus
estudios, transportándoles diariamente desde San Carlos a Cafayate.
Es digna de mencionar la Bodega de Santa María de la Vid, por todos
conocida, donde la mano trabajadora y le mente lúcida transformo un
desierto en una hermosa viña, con fines sociales de ayudar a los pequeños
productores de la zona. Fueron años de esfuerzo y voluntad puestos al
servicio de la Prelatura y de la Iglesia, en definitiva. Hoy continúa
aportando a las necesidades eclesiales excelentes beneficios.
Sus amigos Mons. Nicolás y el P. Hipólito también mencionan y con toda
justicia, su vida de pastor, que como buen sacerdote, supo sembrar la
Palabra de Dios con anécdotas y vivencias personales, que en ocasiones le
alargan sus homilías. Siempre entregado a la comunidad agustiniana y
parroquial, para compartir y ayudar a caminar y crecer en la senda de la
santidad, particularmente en el Sacramento de la Reconciliación. Supo
escuchar y aconsejar a muchas personas que acudían a él en busca de una
palabra precisa y alentadora.
En los últimos meses de su larga vida, el Señor lo llamó a los 89 años de
edad, 71 de vida religiosa y 65 de sacerdote, fue desmejorando física y
mentalmente, pero siempre se conservó fraterno y dispuesto a brindar el
pensamiento espiritual a los Grupos de la Legión de María y acompañar a
sus hermanos.
P. Gerardo en la celebración de tu Pascua, el paso a la Casa del Padre,
estoy seguro, que el Tatita Dios te abrazó fuertemente y los ángeles
cantaron: “Ven a recibir la herencia del Reino Celestial que has cosechado
con las obras buenas de cada día, porque lo que hiciste con el más
pequeño de mis hermanos, me lo hiciste a Mí” (Mt 25,34).
P. Pablo Hernando Moreno, O. S. A.