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NOVEDADES

Lema Pastoral 2025

Testigos de tu amor, Anunciadores de tu Esperanza.

El de 9 de mayo del 2024 el papa Francisco mediante la Bulla “Spes non confundit” (La esperanza no defrauda), convoca un año jubilar, que inició con la apertura de la Puerta Santa el 29 de diciembre. Como cada 25 años, la iglesia vive un año jubilar, en el cual busca reavivar la esperanza en todos los cristianos. 

En la Bulla el pontífice romano dice: “en el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad”. Hoy estás palabras del papa suenan proféticas, pues vemos en la sociedad, y sobre todo en nuestras comunidades como el desaliento ha ido apagando el entusiasmo y la participación en la iglesia. Quizás, nuestro corazón también se sienta desanimado al ver a otras personas con cierto desinterés o indiferencia de lo religioso. Del mismo modo, vamos atravesando como sociedad momentos duros, en donde la desigualdad social, los altos costos de vida, la incertidumbre económica o la falta de un trabajo digno, y la no realización de los planes trazados, llevan a muchos argentinos a la angustia por el futuro, y sienten que nada bueno nos espera en el mañana. Y tampoco, podemos olvidar a tantas personas que sufren por una enfermedad, que se ven disminuidos físicamente, y que esto provoca mucha aflicción en sus vidas. Así mismo, tantos hermanos nuestros que han sufrido el dolor de la perdido de un ser querido en sus vidas, la despedida de quienes fueron ejemplos, compañía, refugio en los momentos difíciles genera un sentimiento de vacío, que va llevando a tantos hermanos a experimentar la soledad en sus vidas. 

Sin duda, el panorama parece desalentador. Pero no es la primera vez que los seguidores de Jesús viven el desaliento y el desánimo. Pablo escribía a los romanos diciéndoles “contra toda esperanza Abraham creyó y esperó, y de ese modo llego a ser padre de muchas naciones” (Rm. 4,18), Abraham como San Pablo y tantos cristianos a lo largo de historia, se han encontrado con la falta de esperanza, pero al mismo tiempo comprendieron que la esperanza no se puede sostener en el cumplimientos de las expectativas personales o en la confianza que me genera los demás. La esperanza que no defrauda, la que colma plenamente los anhelos del corazón es la que proviene de Dios, que no busca conseguir o conquistar una cosa u otro, sino el que se abre al Bien Absoluto y se deja llenar por ella “la esperanza no defrauda, porque al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones” (Rm. 5,5).

Francisco dirá “La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz…Y su vida se manifiesta en nuestra vida de fe, que empieza con el Bautismo; se desarrolla en la docilidad a la gracia de Dios y, por tanto, está animada por la esperanza, que se renueva siempre y se hace inquebrantable por la acción del Espíritu Santo”.

Por ello este año hemos elegido como lema pastoral 2025: 

Testigos de tu amor, Anunciadores de tu Esperanza.

Vivir con esperanza es tener confianza en Dios, sentirse sostenido por su amor y perseverar con fidelidad en la fe. Esperar es tener capacidad para ver, aun cuando nuestros ojos no vean. Es recuperar nuestra capacidad de soñar un mundo mejor para todos, y colaborar activamente para que nazca un mundo nuevo y liberado. Esperar es descubrir y acoger cada día la fuerza de vida de Cristo Resucitado, que hace nuevo este mundo con la fuerza de su Espíritu Santo.

Es por ello que deseamos como comunidad agustiniana volver a fascinarnos por el amor de Dios que nos lleva a vivir una vida de Esperanza, Fe y Amor.

Sin duda, hay mucho testimonio de fraternidad, servicio y misión en nuestras comunidades, pero creemos que avivando la llama de la esperanza podemos fortalecer el servicio que realizamos, afianzar más los lazos de amistad entre todos los miembros de la parroquia o colegio, y profundizar más en una espiritualidad más humana y agustiniana, viviendo así el ideal de nuestro padre Agustín de tener un solo corazón y una sola alma orientados a Dios.