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Estimado amigo/a:
En el Boletín anterior recordamos la fecha del nacimiento de Mons. Diego, el 26 de septiembre de 1926, por lo tanto hace 98 años, que el Señor nos obsequio con el regalo de su vida y de su vocación,
siempre orientada hacia Dios, la Iglesia y a los hermanos de las comunidades, donde fue desarrollando sus tareas pastorales.
Hace treinta y cuatro años que el Señor quiso acercarle a su presencia en la casa del Padre Celestial. Recordemos, como dato final, que hemos iniciado su Proceso de Beatificación el 15 de Junio de 2019, en
la Catedral Nuestra Señora del Rosario, de la Ciudad de Cafayate. La Iglesia ya le considera “Siervo de Dios”.
Nos corresponde a cada uno de nosotros rezar e invocar su ayuda para promover el avance de este importante proceso de beatificación. En estos días, nuestro querido Mons. Darío Rubén Quintana, se ha comprometido a renovar y completar los miembros del Tribunal Eclesiástico, que fuera nombrado
interrogar a cada una de las personas que conocieron y trataron con Mons. Diego y quieran aportar su testimonio.
En este Boletín, por iniciativa de varias personas que siguen estos escritos, me han pedido proseguir el testimonio de Don Carlos Rojo, sobrino de Mons. Diego. Además de sus datos personales, nos va describiendo la realidad de su comarca, la hermosa tierra de la Valdavia, que toma su nombre
del río manso y sereno, que la cruza en la querida Provincia de Palencia, que es tierra de noble corazón, como decía Santa Teresas de Jesús: “Mas toda la gente es de la mejor masa y nobleza que yo he visto, y así cada día me alegro más de haber fundado allí”.
Unidos en la oración ferviente y constante, además de invocar la salud para nuestros enfermos por su intercesión. Un abrazo fraterno.
P. Pablo Hernando Moreno, O. S. A.
Datos importantes sobre Mons. Diego
aportados por su sobrino D. Carlos Rojo Martínez.
Referencias de la Familia:
Era aquel aún, tiempo y lugar, de economía suficiente y basada para el autoabastecimiento y allegar algún recurso de excedentes, eminentemente rural, agrícola y ganadera, huerta y frutales, micológica, cinegética, artesanal, agro industrial y comercio local o comarcal esencial, en este caso, abastecido por la cabecera de la zona de influencia del comercio de la cercana Saldaña o Carrión de los Condes, aunque como digo, de autoabastecimiento principalmente. Con productos derivados del ganado, campo y huerta
para ello.
Así el padre de Monseñor Diego, Sr. Valentín, compartía trabajo en la fábrica de harinas en Buenavista con el laboreo propio de un agricultor cultivando sus tierras.
Mientras su madre, Sra. Daria, se dedicaba a la huerta, a sus hijos, la casa y además era modista.
La zona era sostenida en identidad socioeconómica y general, desde pequeños núcleos de población dispersos, a cuyos habitantes aportaba sustento suficiente en sus estructuras familiares, normalmente, de numerosos miembros, la de Monseñor Diego era de cuatro hermanos. La expresión “familia numerosa” la consolidó en tiempos posteriores la industria, aunque la realidad social ya era un hecho desde mucho antes, por lo general.
Porque la esencia en el territorio eran las familias y la agricultura y ganadería.
La familia era el fundamento, tanto para el trabajo en el campo y atención del ganado, como para las previsiones del futuro que el relevo generacional podría requerir naturalmente.
La familia representaba además del eje social, la máxima expresión de transmisión de cultura, hábitos, credo, costumbres y principios. Suficiencia y orden, en los que la importancia de la mujer, el matriarcado, se hacía notar imprescindible y eficazmente.
Las opciones para la gran mayoría de las familias rurales fueron encomendar la formación de sus hijos, que consideraban capacitados para un futuro que juzgaban mejor, a la enseñanza religiosa.
La figura del “fraile reclutador” que no se debe olvidar, por su función e importancia, se encargaba de acercar las opciones a esa voluntad. La constante inquietud familiar.
Órdenes religiosas, curas diocesanos, alguien debía explorar capacidades y voluntades por los pueblos rurales y medianos, que luego pudieran devenir o no, con el tiempo, en vocaciones reales.
En el caso concreto de Barriosuso, tan pequeño, donde por entonces ya vivía en familia Monseñor Diego, se daba una situación muy excepcional y positiva. La existencia de una escuela permanente preparatoria para el ingreso de seminaristas, llamada “Preceptoría”. Popularmente también conocida como “escuela de latín” o “el estudio”.
Fundada por un obispo de Cuba, según alguna referencia, que añade, y claramente orientada a la formación clásica de alumnos de la zona que destacaban por su capacidad intelectual. Era dirigida por un preceptor y no cerró hasta 1961, según informaciones.
Monseñor Diego en ese excepcional entorno formativo y familiar, seguramente observó y vivió sus principales conclusiones vocacionales, dando paso a su ingreso como postulante agustino.
Y antes de que la familia fuera atraída por opciones de vida, que fueron surgiendo y madurando en su consolidación, en las cabeceras de comarca de la zona, tanto en industria como comercio. Más tarde. Como he referido ya.
Referencias sobre Mons. Diego:
Muy pronto su familia, padres y hermanos se trasladaron Guardo, que tomaba un crecimiento desbordante de población y pujanza económica e industrial, en medio del protagonismo de la economía y consiguiente masificación poblacional, las presencias de Monseñor Diego, antes y después de ser prelado, no pasaban desapercibidas.
Guardo será el siguiente referente de Monseñor Diego, el de su madurez y referencia de vivencias y reagrupación familiar, ya consagrado sacerdote.
“Siempre que iba a Guardo no le faltaba faena” se decía por los más cercanos y he oído. Eran quienes querían que les casase y le esperaban. O solicitaban su atención.
Eran muy seguidos sus sermones, sus homilías, que alguna persona culta, muy de misa, decía al verle oficiar la misa y escucharle: “parece que ves y habla como un santo”. Por el recogimiento y forma de celebrar la eucaristía.
La figura del predicador, de siempre, era un honor para los pueblos y un acontecimiento sobre todo en fechas tan señaladas como determinadas novenas tradicionales según lugar o semana santa, por ejemplo.
Ocasionalmente, viene a colación aquí, aquel momento de alarma, en la iglesia de San Juan, la antigua y bastante pequeña, de las dos que hay en Guardo, la otra es la de Santa Bárbara, patrona de los mineros.
Momento digo, una semana santa, en la que oficiaba y predicaba Monseñor Diego.
un Viernes Santo, con la iglesia a abarrotada, y, en el preciso momento de su predicación del sermón de las siete palabras, con la iglesia abarrotada de fieles, repito, se desprendió de un arco central en el techo, una de sus piedras muy pesadas y grandes, parte del mismo, que con estruendo y alarma consecuente, se estrelló en el suelo. Milagrosamente la iglesia abarrotada, sin tocar ni herir lo más mínimo a ninguno de los fieles.
La alarma, susto y reacción de estampida, hacia los peldaños, una decena, de una pronunciada y única escalera de la única salida, fue, eso sí, de gran riesgo por aglomeración, pero finalmente sin consecuencias.
Entre los fieles estaba su madre, Daria, su padre Valentín, y todos los familiares que ya vivían en Guardo. Daría ya en silla de ruedas, en medio de aquella salida apresurada, porque ya la enfermedad, que luego la postró definitivamente en cama, la afectaba gravemente.
En otro orden de cosas, a Monseñor Diego le encantaba la naturaleza, igual la rural de tierra de campos que transita relativamente cercano a la Valdavia, de este a oeste provincial, el Camino de Santiago en Palencia, con un rosario de los mejores ejemplos del románico palentino y de palomares solitarios sobresaliendo en la llanura de sembrados. Que la de vallejos, moteada de lomas con pinares, matas de robles, sus pequeños arroyuelos y choperas, prados o cereal, como es la Valdavia. O la montaña, de Guardo, montaña palentina y oriental leonesa, con extensos bosques de robles, hayedos, encinares que jalonan toda la montaña hasta donde la vista pierde el horizonte, pinares interminables, montañas calizas
imposibles de no ver y tan singulares como el Espiguete o Peña Redonda, que resaltan con su silueta sobresaliente, la máxima altura y picos escarpados, aquel inicio hacia lo difícil, que dijeran los romanos, en su buccca ad arduum.
Amaba las aguas, daba igual las del rio Valdavia, el Boedo y sus pequeños arroyos, todos ellos cangrejeros, que le permitieron disfrutar de la compañía de sus sobrinos pescando algunas tardes de su tiempo libre, que las del Rio Carrión en su curso alto en Guardo o el Esla poco más al norte, en Riaño, ya en León, ambos trucheros, con su caudal generoso y rápido y cauce ancho, aguas cristalinas en las que también gustaba en tiempo, oportunidad y forma, una retirada a lo que llamaban los lugareños de Guardo, “las pozas”, para darse un baño en aguas tan frías, por nacer de los neveros de las montañas en sus adentros.
Amaba la naturaleza con felicidad, como hacía todo y en todo momento y de una forma intensa, pensativo, ensimismado, con un sentimiento muy íntimo y peculiar.
Pero Monseñor Diego, sobre todo, preguntaba mucho por la gente, por los principales problemas que atisbaba podrían darse ante tanta y tanto cambio.
Seguramente viendo la ebullición humana y social en Guardo y amplia comarca de su influencia socioeconómica, de tanto contraste con lo que tan bien conoció en su infancia o inicio de adolescencia en Barriosuso y comarca rural.
Nada le era indiferente, si de alguien o los demás se trataba. Y pareciera que algo pudiese hacer a pesar de estar tan lejos y tan cortos períodos de tiempo donde su familia.
Alguna muestra dejó en Guardo también de su sentido del humor y risa fácil, espontánea, a la que no renunciaba en privado. Su sonrisa generosa y una mirada comprensiva y desde muy adentro. Paciente. Acompañante ligero, amoroso y positivo siempre. Imposible de perturbar y mucho menos de alterar.
Sirva de muestra un botón, con qué humor sano reía Monseñor Diego. Imaginemos si en una plácida tarde de pesca, “a la serena”, puesta de sol, en el rio de Riaño, el Esla, cerca de Guardo, en un resbalón se cayera al agua todo lo que es de largo, caña en mano, el acompañante. Se empieza convirtiendo el hecho, primero, en carcajada en el propio rio y al llegar a casa de vuelta, en anécdota. Con la buena noticia, en la versión de que el compañero, bien conocido por todos y por mí, no ha pescado una trucha, ¡¡sino dos!!, y la correspondiente aclaración, para chanza y risas de todos. Y una vez aclarado y reído y para redondear la felicidad de haber pasado una tarde a la orilla del rio con él, hartos de picaduras de
mosquitos, si, poca pesca, sí pero feliz e inolvidable. Para recuerdo y muestra. Un privilegio.
Mons. Diego inculcaba humanidad, paz y qué buena compañía, en su excepcional persona y misión, era Monseñor Diego. Asumió e innterpretó la ruta y plan de su vida, apasionadamente, con entrega y generosidad crecientes en capacidad y plenamente consciente de los entornos por los que discurría su vida en cada etapa, compartiendo con todos todo, como propio, con la fuerza interior de su fe, espiritualidad y su caridad inseparables . Algo que pronto y fácilmente se percibía como guion de misión y servicio.
Su empatía fácil, alegre y espontánea. Ofrecido siempre para la carga de aliviar cargas hasta
sus límites.
Descripción de la Región:
La comarca de la Valdavia, cuya capital era y es Buenavista de Valdavia, es extensa y dispersa en numerosos núcleos de población, con frecuencia administrativamente agrupados en un único ayuntamiento, con características comunes, como lo es casi en su totalidad en el norte de la provincia de Palencia, y como todo él y hacia el sur de la provincia, el medio natural es de tierras de cultivo, monte de pino y roble en lomas, con arroyos y ríos menores Valdavia, Boedo principales, aptos para la pesca del cangrejo en su tiempo, como lo fueron y son el Carrión y el Pisuerga a unas decenas de kilómetros, de
trucha.
Ríos y arroyos, que no deben subestimarse por ser imprescindibles marcadores de los asentamientos de poblaciones históricamente. Pero son dos los ríos principales, de características singulares por sus caudales, cauces y recorrido en la provincia de Palencia, el Carrión al oeste y el Pisuerga al este, que recorren la provincia entera de norte a sur y son esenciales por sus pantanos, en su origen de la montaña palentina, para suministro humano, regadíos en vegas cercanas a la comarca de la Valdavia, a la que pertenece Buenavista, comarca de tierra de campos hasta los confines de la provincia al sur, como también para usos industriales y hasta bien entrado el siglo XX, los molinos de cereal y transformación agroalimentaria. De ahí que insista en los ríos como elemento conformador de aquella economía y sociedad.
Me quedo en Buenavista de Valdavia y en su vecino Barriosuso, cuya distancia entre sí, ya he dicho, es tan corta, que unidos por una carretera, bordeada de sembrados y a medio camino, el pequeño cementerio de Barriosuso, apenas da para un relajado paseo de diez minutos. Un dato que en lugar de quitar relevancia a uno u otro, se la da a ambos, por lo citado y citaré.
Monseñor Diego, si bien nació en Buenavista y residió unos años, pronto pasó a residir en Barriosuso donde se acomodó la familia. Agüero de Yuso y Ajorio de Suso, de abajo y de arriba, respectivamente Buenavista y Barriosuso, fueron sus referencias en los legajos más antiguos que constan de su historia, dejando referencias de su íntima relación, de entre tantas poblaciones como hay en la comarca de la Valdavia.
Y aunque sus orígenes elementales pueden vislumbrarse en documentos del siglo XIII relacionados con Carrión de los Condes o Sahagún, ya que pertenecieron al obispado de León. Sus actuales nombres, al parecer, son decisión tomada en el siglo XVIII. Es por tanto correcto llamar así al pueblo de nacimiento de Monseñor Diego y del Beato Anselmo Polanco y Monseñor Dionisio Moreno Obispo de Coria (Cáceres). A finales del siglo XIX y principios del XX.
Toda la Valdavia, y sus numerosos núcleos de población, en medio de vegas y valles y lomas, fue extraordinariamente prolífica en vocaciones agustinianas.
Existen dos circunstancias para mejor entender este relato y relación de Monseñor Diego y sus padres y abuelos con la zona y también los datos vocacionales y la trascendencia de los hijos religiosos de estas tierras.
El molino de Buenavista que proporcionó trabajo a la familia por un lado y la Preceptoría, “el estudio” o “escuela de latín”, en Barriosuso, sobre lo que vuelvo luego, por otro.
En el devenir de la vida diaria, el tradicional entorno rural, constituía un hábitat bien definido y caracterizado, costumbrista y hábitos culturales y humanos ordenados, integrados. Rutinario o metódico por lo general. El trajín del rebaño de ganado ovino y menos vacuno, saliendo al campo a primera hora o a su regreso al establo a la puesta del sol. Aunque el vacuno se reservase más para la provisión de leche o queso y también para el laboreo del campo. Las estampas que dejaba el mundo rural resultan hoy añejas y entrañables.
Cómo no dar justo protagonismo al campanario coronando la torre de la iglesia y el tañer de sus campanas y al reloj, que en la zona no falta tampoco en la torre. Y los matices de toques y horas de repique anunciando a diario, primero la misa y luego su comienzo. Y del rosario diario de la tarde, también diario.
En festividades señaladas y festivos con volteo de las campanas para mayor solemnidad. O esa llamada lenta, con intervalos de silencio, anunciadora de duelo por pérdida de algún vecino. O el agitado de alarma al vecindario pidiendo su concurrencia por alguna emergencia de incendio o similar. O a la huebra del trabajo comunitario.
El mensaje de las campanas nunca faltó en Barriosuso ni en la Valdavia. Señales ancestrales, como en otros pueblos rurales, larga tradición en la Castilla de las aldeas, los conventos o las catedrales. Ni consintieron ni se consiente dejar el reloj parado, ni marcando hora poco fiable.
En fin, una vida normalizada, ordenada, de códigos entendibles y asumidos. Pero expectantes castellanos. Serenos, a sus cosas, pero sin acomodarse las familias y sus gentes.
Labrando tierra y labrando horizontes. Y las fuentes públicas y el pilón para el ganado, con agua. Eso también. Con Principios. Y horizonte. Así se debe entender.
Las familias tenían expectativas. Querían expectativas y por encima de cualquier otro reto, por y para sus hijos.
El futuro de los hijos. Que ya se hacían eco las nuevas oportunidades de una movilidad más accesible y de la industria primaria del carbón y actividades auxiliares o comerciales, a sólo decenas de kilómetros hacia el norte, desde Guardo hasta Barruelo, pasando por Cervera de Pisuerga y Aguilar.
Eco que hacían también los carriles y traviesas del nuevo ferrocarril minero de vía estrecha de León a Bilbao, en construcción por entonces, bordeando toda la montaña palentina, que se divisa desde las ultimas tierras de cultivos de la meseta y que caracterizan la Valdavia y otras, que en su punto importante más cercano, acaban en lo que los romanos llamaron “Bucca ad arduum, Bucardum”, boca hacia lo difícil, la montaña, Guardo, divisoria de la montaña palentina y la oriental leonesa , entrada hacia Riaño y hacia los parques de Picos de Europa en la provincia ya de León y el de Fuentes Carrionas, totalmente palentino.
Otro panorama paisajístico y real, de vida.