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Somos diferentes | Reflexiones Padre Hipólito

Entre los “infinitos” seres humanos que Dios ha creado, sigue creando y creará, hasta el fin de los tiempos, no hay dos iguales. Sobre todo, no hay dos almas iguales. Dios es el único artífice que no se repite. Para cada persona, Dios crea un molde y lo tira. Un lujo de absoluta creatividad.

Esto dice muy alto de su infinito poder, de su infinito amor, de su infinita sabiduría y de su infinita liberalidad. Derroche, solo y propio de Dios.

Para explicarlo de alguna manera, viene a cuento el maravilloso ejemplo del arcoíris: tejido por diferentes colores, conforman un sólo y precioso contenido espectral. De lo contrario, nunca tendríamos arcoíris.

 ¿Y, cuál sería la gracia y el encanto del jardín si todas las flores se vistieran de un traje monocolor? Precisamente, en la policromía está la gracia, la belleza, la sabiduría y el poder de Dios.

Nos toca vivir en esta cultura posmoderna, monótona, aguada, líquida, por no decir gaseosa, que rabiosamente  reivindica el culto al igualitarismo, a lo uniforme, a lo simétrico, a lo impersonal. No soportamos una orografía humana de altibajos: soberbias cumbres y humildes depresiones. Nos asusta la anedralina y nos encanta lo anodino, lo superficial, lo frívolo. Nos da pánico ser diferentes; y adoramos la llanura, el rebaño, lo “políticamente mesurado”.

Por el contrario, a Dios le gustan los contrastes, las diferencias y las disimilitudes; le gusta hacer gala de su infinita pulcritud multicolor. Por eso nos ha hecho diferentes: física, psíquica y espiritualmente. Y, precisamente también por eso, nos ha regalado talentos diferentes: “A uno cinco, a otro dos y a otro uno” (Mt 25,15) Un universo de colores, de matices, de personalidades y de valores.

¡Sería tan pobre y aburrida la humanidad, si Dios la hubiera creado monocolor!

Naturalmente que el conformismo, lo gregario, lo monótono, “dejarse llevar de la corriente”, es más apoltronado y más cómodo; diferenciarse, es “remar contra corriente”, exponerse a la crítica y al ridículo. Al Quijote le aconteció. Los santos y los héroes, no caminan en las mesetas ni en las llanuras, sino que arriesgan a lo diferente, donde, enamorados, sienten el llamado a las alturas.

Sin duda, ser diferente es peligroso y exige un estado de desafío permanente. En suma: ¿Por qué a Dios le gustan tanto las diferencias y a nosotros tanto nos asustan? Pues, visto que somos “imágenes de Dios”, saludemos y respetemos las diferencias entre nosotros y, ante ellas, hagamos fiesta.                                                                        

  P. Hipólito Martínez, osa.

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