En aquel tiempo, según registran documentos recientemente hallados en los centenarios archivos de la Iglesia de Buenos Aires, algunas comunidades que conformaban el Vicariato San Alonso de Orozco se reunieron en lo que denominaban Encuentro de Laicos Agustinos.
A tenor de esos antiguos registros, los participantes habrían llegado desde Rosario, Montevideo, Mendoza, Catamarca y Buenos Aires, cuando el invierno del año 2013 terminaba. Un 20 de septiembre. Arribaban en pequeños grupos, con los medios de aquella época: autos, colectivos y barco. El destino, la casa María Auxiliadora de San Miguel, la que hoy se puede visitar pero solo con guías autorizados atento a su carácter de patrimonio histórico.
Al parecer, se conformó una comunidad del orden de 25 hermanos, compañeros de camino, similar a la de aquellos primeros cristianos a quienes llamaban los del “camino”. Para la mayoría de ellos, el llegar significó reencuentro, lo que daba lugar a la alegría propia de quienes se quieren.
Según las amarillentas hojas que nos ilustran, conviene destacar dos aspectos del Encuentro que arbitrariamente denominaremos logística y contenido. Empecemos por la primera.
Resulta evidente que en aquel tiempo, la ingesta proporcionada por la comunidad de Hermanas a cargo de los servicios de la Casa que los alojaba, tenía característica de exquisita y abundante. Atributo que se extendía a los postres. Si la comida preparada por esa Congregación era un signo de su bondad personal, no dudo en decir que eran santas. Por otra parte, los cuartos se presentaban cómodos y sencillos. Los salones donde se reunían, cálidos, donde no faltaban las infusiones que en esos años eran habituales (aún hoy continua el mate). También debe mencionarse la Capilla, silenciosa y acogedora. Pero pasemos a los contenidos.
Inicialmente debe señalarse a quienes participaban, esos 25, a los que sumaremos, sin dudarlo, a Jesús y Agustín, hoy tan vigentes. Y sí, según las vivencias que se documentan, por allí andaban, con la facilidad de haber trascendido al tiempo. Algo de esto, lo prueba la referencia escrita de los tiempos de oración que hubo en el ELA, expresada como silencio, escucha y palabra, ante Quien experimentaban como “hermosura tan antigua y tan nueva”.
Seguidamente, conforme a los archivos informáticos a los que se accedió -a pesar de su antigüedad-, y siguiendo el lema del Encuentro que decía “Cómo dar a conocer a Dios y vivir la fe en las diferentes realidades actuales”, el siempre actual sociólogo de Uruguay Ricardo Alberti, expuso sobre los cambios que se verificaban en aquella sociedad, abordando aspectos de sumo interés vinculados a como el hombre de esa época “medía” la felicidad o la “infelicidad”, como gestionaba las aspiraciones o si estas tenían límites, la transformación de la cultura del esfuerzo a la de lo quiero lo tengo, los cambios en la familia con sus certezas e incertidumbres, entre otras cuestiones.
Hubo tiempo para examinar las realidades de aquellas comunidades, como así también las circunstancias que permitían ser 25 en esa ELA 2013 y las aspiraciones de crecer en próximos encuentros, edificando, como otros antes edificaron, pero conscientes de que “si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles” (Salmo 126).
Y bien, parece que no todo fue pensar durante esos días, ya que sepias fotos revelan una especie de reunión juvenil con atuendos de los años 70 (siglo XX), lo que lleva a imaginar que la música de esa década estuvo presente. Y si de jóvenes tratamos, se contó con el testimonio de aquellos que participaron del Encuentro de Jóvenes Agustinos en San Pablo (Brasil) y de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, junto a Francisco (quien inaugurara una seguidilla de Papas argentinos). Estos jóvenes dieron cuenta de compromiso y energía para seguir adelante. Mil gracias.
Y así, habiendo compartido la Eucaristía fue concluyendo el ELA 2013 y se despidieron entre abrazos y buenos deseos, volvían en sus autos, barcos y colectivos, llevándose un poco unos a otros (en el corazón). La comunidad había florecido. Era primavera.
Luis Carniel.